domingo, 9 de agosto de 2020

LO SIMBÓLICO, LO IMAGINARIO Y LO REAL (versión crítica) Jacques Lacan

¿Qué es esta experiencia singular entre todas, que va a aportar en esos sujetos transformaciones tan profundas? ¿Y qué son éstas? ¿Cuál es su resorte? (...) esta experiencia que sucede enteramente en palabras, y en cierta forma, en el fondo, tiene mucha razón, puesto que, en efecto, ella anda, y que, para explicarla, parecería que ante todo no tuviéramos más que demostrar el movimiento andando. Y ya “hablar” es introducirse en el asunto {sujet} de la experiencia analítica. Es ahí, en efecto, que conviene proceder y saber; ante todo, plantear la cuestión: “¿Qué es la palabra?”, es decir, ¿el “símbolo”? (...) “¿Qué es esta experiencia de la palabra?”, y, para decirlo todo, plantear al mismo tiempo la cuestión de la experiencia analítica, la cuestión de la esencia y del intercambio de la palabra. Partamos de la experiencia, tal como ante todo nos es presentada en las primeras teorías del análisis: ¿qué es este “neurótico” con quien tenemos que vérnoslas por la experiencia analítica? ¿Qué va a suceder en la experiencia analítica? ¿Y ese pasaje de lo conciente a lo inconsciente? ¿Y cuáles son las fuerzas que dan a ese equilibrio cierta existencia? Nosotros lo llamamos el principio del placer (...) diremos con el Sr. de Saussure que “el sujeto alucina su mundo”, es decir que sus ilusiones o sus satisfacciones ilusorias no podrían ser de cualquier orden. Va a hacerles seguir otro orden, evidentemente, que las de sus satisfacciones, las que encuentran su objeto en lo real puro y simple. Nunca un síntoma ha apaciguado el hambre o la sed de un modo durable, fuera de la absorción de alimentos que los satisfacen. (...) La reversibilidad misma de los trastornos neuróticos implica que la economía de las satisfacciones que estaban allí implicadas fuesen de otro orden (...) Esto define la categoría conceptual que define este tipo de objetos. Es justamente la que estoy calificando: “lo imaginario”- El término “libido” es una noción que no hace más que expresar esta noción de reversibilidad que implica la de equivalencia, de cierto metabolismo de las imágenes; para poder pensar esta transformación, es preciso un término energético, para lo cual ha servido el término de “libido”. Se trata, desde luego, de algo complejo. Cuando yo digo “satisfacción imaginaria”, esto no es evidentemente el simple hecho de que Demetrios se haya satisfecho por el hecho de haber soñado que poseía a la sacerdotisa cortesana... aunque este caso no es más que un caso particular en el conjunto... (...) Lo que se llama en el animal un comportamiento simbólico es, a saber, que, cuando uno de esos segmentos desplazados adquiere un valor socializado, sirve al grupo animal de referencia para determinado comportamiento colectivo.Así, planteamos que un comportamiento puede ser imaginario cuando su orientación hacia imágenes y su propio valor de imagen para otro sujeto lo vuelven susceptible de desplazamiento fuera del ciclo que asegura la satisfacción de una necesidad natural. (...) Por eso entiendo que aquí, el fantasma en juego, el elemento imaginario, no tiene estrictamente más que un valor simbólico que no tenemos que apreciar y comprender más que en función del momento del análisis en que va a insertarse. En efecto, incluso si el sujeto retiene su confesión, ese fantasma surge, y su frecuencia muestra suficientemente que surge en un momento del diálogo analítico. Está hecho para expresarse, para ser dicho, para simbolizar algo, y algo que tiene un sentido muy diferente, según el momento mismo del diálogo. Entonces, ¿qué quiere decir esto? Que no basta que un fenómeno represente un desplazamiento, dicho de otro modo, que se inscriba en los fenómenos imaginarios, para ser un fenómeno analizable, por una parte, y que para que lo sea, es preciso que represente otra cosa que él mismo, si puedo decir. (...) Es precisamente así que hay que entender lo simbólico del que se trata en el intercambio analítico, a saber, que lo que encontramos, y aquello de lo que hablamos, es lo que encontramos y volvemos a encontrar sin cesar, y que Freud ha manifestado como siendo su realidad esencial, sea que se trate de síntomas reales, actos fallidos, y lo que sea que se inscriba; se trata todavía y siempre de símbolos, y de símbolos incluso muy específicamente organizados en el lenguaje, por lo tanto funcionando a partir de ese equivalente *de la articulación*21 del significante y del significado: la estructura misma del lenguaje. (...) pero nunca un equivalente unívoco, al contrario, es siempre plurívoco, superpuesto, sobredeterminado, y, para decir todo, muy exactamente construido a la manera con que las imágenes están construidas en los sueños, como representando una concurrencia, una superposición de símbolos, tan compleja como lo es una frase poética, que vale a la vez por su tono, su estructura, sus retruécanos (...) Ustedes ven ahí mejor lo que distingue el símbolo del signo, a saber la función interhumana del símbolo. Quiero decir algo que nace con el lenguaje *y*24 que hace que después de que el vocablo {mot} (y es para eso que sirve el vocablo) ha sido verdaderamente palabra {parole} pronunciada, los dos partenaires son otra cosa que antes (...) y que no son otra cosa que cierta manera de hacerse reconocer, lo que justificaría Mallarmé diciendo que el lenguaje era “comparable a esa moneda borrada que nos pasamos de mano en mano en silencio” (...) Al fin de cuentas, la noción que tenemos del neurótico es que en sus síntomas mismos, hay una “palabra amordazada” en la que se expresa cierto número, digamos de “transgresiones a cierto orden”, que, por sí mismas, claman al cielo el orden negativo en el que ellas se han inscripto. A falta de realizar26 el orden del símbolo de un modo vivo, el sujeto realiza unas imágenes desordenadas en las que ellas son sus sustitutos. Y, desde luego, es eso lo que ante todo y desde el vamos va a interponerse a toda relación simbólica verdadera. (...) La palabra, se los he mostrado de una forma abreviada, juega ese papel esencial de mediación. De mediación, es decir de algo que cambia a los dos partenaires en presencia, a partir del momento en que ha sido realizado. (...) Y si ustedes leen (no es un libro que merezca todas las recomendaciones, pero es bastante expresivo y particularmente manejable y excelente como introducción para aquellos que tienen necesidad de ser introducidos), el libro de Leenhardt, Do Kamo, verán allí que entre los canacos se produce algo bastante particular en el plano semántico, a saber, que el término “palabra” {parole} significa algo que va mucho más allá de lo que nosotros llamamos así. Es también una acción. Y por otra parte, también entre nosotros “palabra dada” es también una forma de acto. Pero es también alguna vez un objeto, ... vemos que no solamente constituye esa mediación, sino que también constituye la realidad misma. (...) Y de lo que se trata no es del condicionamiento de un fenómeno, sino que de lo que se trata en los síntomas es de la relación del síntoma con el sistema entero del lenguaje. Es decir, el sistema de las significaciones de las relaciones interhumanas como tales. Creo que el resorte de lo que acabo de decirles es esto: ¿qué es lo que constatamos, y en qué es que el análisis recorta muy exactamente esas observaciones y nos muestra hasta en el detalle su alcance y su presencia? (...) lo que nos muestra el análisis y lo que da su valor a ese hecho afirmado por la doctrina y demostrado por la experiencia de que nada finalmente se interpreta, pues es de eso que se trata, sino por intermedio de la realización edípica. Esto es lo que eso quiere decir. Esto quiere decir que toda relación de dos está siempre más o menos marcada por el estilo de lo imaginario; y que para que una relación tome su valor simbólico, es preciso que haya allí la mediación de un tercer personaje que realice, por relación al sujeto, el elemento trascendente gracias al cual su relación con el objeto puede ser sostenida a cierta distancia... *Entre la relación imaginaria y la relación simbólica, hay toda la distancia que hay en la culpabilidad.*36 Es por eso, la experiencia se los muestra, que la culpabilidad es siempre preferible a la angustia. La angustia en sí misma está, en adelante, lo sabemos por los progresos de la doctrina y de la teoría de Freud, está siempre ligada a una pérdida, es decir a una transformación del yo, es decir a una relación de dos a punto de desvanecerse y a la cual debe suceder algo distinto que el sujeto no puede abordar sin cierto vértigo. Eso es el registro y la naturaleza de la angustia. Desde que se introduce el tercero, y {...} que entra en la relación narcisista, introduce la posibilidad de una mediación real, esencialmente por intermedio del personaje que, por relación al sujeto, representa un personaje trascendente, dicho de otro modo, una imagen de dominio {maîtrise} por intermedio de la cual su deseo y su cumplimiento pueden realizarse simbólicamente. En ese momento, interviene otro registro, que es justamente el que llamamos: o el de la ley, o el de la culpabilidad, según el registro en el cual es vivido. (...) rS — rI — iI — iR — iS — sS — sI — sR — rR — rS. rS: realizar el símbolo. rS: esto, es la posición de partida. El analista es un personaje simbólico como tal. rI: después, ahí tenemos: la realización de la imagen. Es decir, la instauración más o menos narcisista en la que el sujeto entra en cierta conducta que es justamente analizada como resistencia. ¿Esto en razón de qué? De cierta relación iI. imaginación — iI: —————— imagen iR: que es la continuación de la transformación I se ha transformado en R. Después, ¿qué sucede? Si el desenlace es bueno, si el sujeto no tiene todas las disposiciones para ser psicótico (caso en el cual queda en el estadio iR), pasa a: iS: la imaginación del símbolo. Por ejemplo: el sueño. El sueño es una imagen simbolizada. Aquí interviene: sS: que permite la inversión. Que es la simbolización de la imagen. Dicho de otro modo, lo que se llama “la interpretación”. *Esto únicamente después del franqueamiento de la fase imaginaria, que engloba aproximadamente: rI — iI — iR — iS — comienza *entonces* la elucidación del síntoma por medio de la interpretación sS ― sI sR: que es, en suma, la meta de toda salud, que no es (como se cree) adaptarse a un real más o menos bien definido, o bien organizado, sino hacer reconocer su propia realidad, dicho de otro modo, su propio deseo. Como muchas veces lo he subrayado, hacerlo reconocer por sus semejantes, es decir, simbolizarlo. En ese momento, encontramos: — rR Lo que nos permite llegar finalmente al: — rS Es decir, muy exactamente, a aquello de lo que hemos partido. No puede ser de otro modo, pues si el *análisis* es humanamente válido, eso no puede ser más que circular. Y un análisis puede comprender varias veces este ciclo. (...) Lo real es, o la totalidad, o el instante desvanecido... En la experiencia analítica, para el sujeto, es siempre el choque con algo, por ejemplo: el silencio del analista. (...) Un ser completamente enjaulado en la realidad, como el animal, no tiene de ello ninguna especie de idea. Esos son justamente unos puntos donde el símbolo constituye la realidad humana, donde crea esta dimensión humana sobre la cual Freud insiste en todas partes, cuando dice que el neurótico obsesivo vive siempre en el registro de lo que comporta al máximo elementos de incertidumbre, de lo que él designa como: “la duración de la vida...”, “la paternidad...”. Todo lo que no tiene evidencia sensible. Todo lo que en la realidad humana es construido está construido primitivamente por ciertas relaciones simbólicas que después pueden encontrar su confirmación en la realidad. El padre es efectivamente el genitor. Pero antes que lo sepamos de fuente cierta, el nombre del padre crea la función del padre. ... Lo que es notable es que la categoría de los símbolos, de los símbolos simbolizantes, son todos de este registro, a saber que comportan, por medio de la creación de los símbolos, la introducción de una realidad nueva en la realidad animal.

Interesante insight Alfredo Eidelsztein en "taller de análisis de casos" (en línea)