lunes, 5 de mayo de 2008

Algunas cuestiones de "Vigilar y castigar"

Tras la crisis de la economía de los castigos se produce, en la modernidad, una reorganización del sistema punitivo. Surgen las disciplinas como nuevas relaciones de poder que a diferencia de los modos medievales de castigo y suplicios, encarnan al poder mediante múltiples tácticas instituyéndolo como una construcción positiva y priorizando su eficacia y economía. Foucault marca al momento histórico de las disciplinas como el momento en que nace un arte del cuerpo humano que tiende a la formación de un vinculo que, en el mismo mecanismo, lo hace tanto mas obediente cuanto mas útil y al revés. Las relaciones de poder penetran en los cuerpos moldeándolos con el fin de que se vuelvan utilizables. Los cuerpos se tornan lábiles, dóciles, “ es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado que puede ser transformado y perfeccionado”[1]. Son los mecanismos disciplinarios, que ocultan sus procedimientos con sus técnicas de dominación, los que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo. Es así como en la modernidad se construye un nuevo modo de subjetivación, el disciplinamiento del cuerpo, es decir el cuerpo como construcción moldeada y se opera en él a través de la aplicación del encierro; “ el individuo pasa sucesivamente de un circulo cerrado a otro, cada uno con sus leves: primero la familia, después la escuela (“ya no estas en tu casa”), después el cuartel (“ya no estas en la escuela”) a continuación la fabrica, cada cierto tiempo el hospital y a veces la cárcel, el centro de encierro por excelencia”[2].
Las nuevas relaciones de poder establecidas, de las cuales son solidarios los dispositivos disciplinarios, son imposibles de pensar fuera del contexto socio histórico, es decir son inseparables del advenimiento del capitalismo moderno por el cual se establece un nuevo modo de producción y subjetivación, de clases y jerarquías sociales, de lazos y relaciones familiares y una reorganización del tiempo y el espacio. De esta manera la fabrica presenta una organización para hacer más eficiente su producción, la cadena de armado, en un tiempo determinado y con reducción de costos. Surge la propiedad privada y el Estado-nación y con este el individuo ciudadano, sujeto sujetado a leyes, el industrialismo desarrolla tecnologías, entre estas las de regulación de las poblaciones y de individuación con las que opera el poder disciplinario.
Las tecnologías de individuación actúan a través de los centros de encierro, por ejemplo en las escuelas, con el objetivo de crear individuos uniformes transformándolos en dóciles y útiles al sistema capitalista, es una manera de preparación para el aparato de encierro “fabrica” al cual deberá ajustarse. Es así como este nuevo poder, el disciplinario, “parte del principio de que será más efectivo vigilar que castigar, es decir, domesticar, normalizar, y hacer productivos a los sujetos en vez de segregarlos y eliminarlos”[3]. Por ende con el surgimiento de los dispositivos de poder, sirviéndose de la norma, cobraron mayor importancia las instancias de normalización. Las instituciones educativas adoptaron una pedagogía disciplinaria basada en el proceso de civilización en la cual esta implicada, por ejemplo, una concepción del tiempo y del espacio propia de las sociedades industrializadas. “Lo importante ahora es la redistribución de los individuos en el espacio, su reorganización, la maximización de sus energías y de sus fuerzas, su acumulación productiva tan necesaria para la acumulación de riquezas, para la acumulación de capital”[4] . Se establece un modelo educativo a modo de la fabrica, como sostiene la metáfora de la película “The Wall”, de la escuela como una fabrica de salchichas mostrando la degradación de los sujetos al tratarlos como objetos. Esta tiene su control de calidad en los exámenes o evaluaciones, indican jerarquías, clases, rangos, se organiza un espacio serial y un tiempo exacto y aplicado que permite un control en detalle del proceso de aprendizaje.
“La incardinación directa del poder en el espacio y en el tiempo esta en la base de una utopía social regida por la transparencia y visibilidad que el panóptico de J.Bentham refleja de forma paradigmática”[5]. El panóptico, basado en el modelo de la peste (división espacial, cierre y división de ciudades, vigilancia estricta, etc.), es un dispositivo arquitectónico cuya metáfora es el dispositivo carcelario pero lo panóptico no se agota en la cárcel. Como explicita Foucault en “Vigilar y Castigar”, debe ser comprendido como un modelo generalizable de funcionamiento, una manera de definir las relaciones de poder con la vida cotidiana de los hombres. Entre otras aplicaciones sirve tanto para instruir a los escolares como para enmendar a los presos, entonces, tanto en las escuelas (con las pedagogías disciplinarias) como en las cárceles, a través del panopticismo, se perfecciona el ejercicio del poder. A través de su dispositivo silencioso abre camino a los mecanismos disciplinarios para que atraviesen toda la sociedad sin obstáculo alguno dando lugar a las sociedades disciplinarias. Enlazado con lo anteriormente dicho, en estas sociedades, y de la mano con las nuevas relaciones de poder disciplinario viene una nueva organización del campo del saber. Se instituyen saberes, verdades modernas que dan lugar a la proliferación de discursos enmascarados sobre el sexo (surgen nuevas disciplinas, como la Sexología) y a modernos modos de subjetivación del género sexual. Es propio de las sociedades capitalistas, como ya mencione, delimitar espacios sociales por lo tanto las cuestiones sobre el género sexual no quedan fuera de una distribución espacial; se establecen diferentes acepciones de público y privado. En “La mujer de la ilusión” Ana Fernández muestra como esto ultimo abarca la esfera de la vida doméstica, el mundo del hogar y la familia, de lo erótico y sentimental y se considera a lo público como el espacio del estado y sus instituciones, de los negocios y el mercado. Esta división es marcada esencialmente con el advenimiento de la sociedad civil y del individuo como ciudadano y del libre mercado que implica la circulación, garantizada por el contrato social, tanto de bienes como de personas. Esta da lugar a la distinción entre individuos contractuales y los que no son de contrato como las mujeres y los niños, por ende, “su circulación se despliega en el mundo privado y no en lo publico y no son ciudadanos en el pleno sentido sino que la figura jurídica en la que se inscriben es la de la tutela”[6]. Esto introduce diferencias de clases (mujeres obreras y burgueses) y de género; el mundo público habitado por los hombres y el mundo privado y sentímentalizado donde habita la mujer.




[1] Foucault, Michel, Vigilar y Castigar México, Siglo XXI, 1987; cap III “Las disciplinas” Pag.140
[2] Deleuze Gilles, “Conversaciones”, Ed. Pretextos, 1995, Cap.17 “Post-scriptum sobre las sociedades de control” Pág.277
[3] Fernández AM, “Instituciones estalladas”, Buenos Aires, Eudeba, 1999; Cap. IXI: El niño y la tribu, Pag. 311
[4] Varela, J. “Categorías espaciotemporales y socialización escolar: del individuo al narcisismo”, cap; “ Del tiempo mágico de las edades de la vida al tiempo disciplinario: la formación del individuo moderno”, pag.164
[5] Foucault, Michel,Vigilar y Castigar México, Siglo XXI, 1987
[6] Fernández, A.M.: “la mujer de la ilusión”, Bs. As. , Paidos, 1993, Cáp. : “Hombres públicos mujeres privadas”, Pág.144

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