lunes, 5 de mayo de 2008

Levi-Strauss

Levi-Strauss pertenece a la escuela estructuralista y dedicó gran parte de su vida a la constitución de una Antropología estructural.
La obra de Levi-Strauss se vio influenciada por dos grandes corrientes de pensamiento de principios del siglo XX, la lingüística estructural de Saussure y la escuela sociológica francesa con Durkheim a la cabeza.
Del lado de la primera también encontramos el aporte de la escuela fonológica de Praga, uno de cuyos mayores exponentes fue Jakobson, con quien Levi-Strauss traba una amistad en su exilio durante la segunda Guerra Mundial. De esta corriente toma el hecho de que el lenguaje podría ser diferenciado en dos planos, el habla del lado de la conciencia, más específica del sujeto o de una determinada población; y la lengua que tiene que ver con el plano inconsciente, ésta nos atraviesa, debido a su carácter sistemático y universal, donde los seres humanos somos hablados por la lengua, porque como diría Chomsky no tenemos en mente las reglas gramaticales a la hora de producir el lenguaje.
Levi-Strauss va a estudiar las reglas que rigen las distintas sociedades mostrando sus especificidades pero resaltando su lógica común; ubica en el plano simbólico toda la producción cultural, transmitida de generación en generación, de padres a hijos. Porque es en el seno de la familia que adquirimos y nos apropiamos de la cultura, y con ésta del lenguaje, los ritos y las normas que nos rigen.
Otro de los principios de la lingüística es el concebir a la lengua, por su carácter inconsciente, como estructural, donde el énfasis está puesto más en la relación entre los elementos que en éstos en sí mismos.
Levi-Strauss postula la estructura elemental del parentesco, “el avunculado”, o sea la unidad mínima de parentesco posible, para dar cuenta de cómo cada término no adquiere un valor significante en sí mismo sino en el lugar que ocupa en la sociedad. Las tres relaciones posibles en este átomo de parentesco: alianza, soralidad y filiación se determinan mutuamente en su relación con las otras y suponen siempre una relación entre pares (hombre-mujer, padres-hijos, etc.).
Para Levi-Strauss el inconsciente humano, en su carácter de universal, opera como organizador de sentido, “todos pensamos de la misma manera”, y determina los dispositivos culturales.
Del universo de reglas que subyacen a la cultura se aboca en especial al estudio de la prohibición del incesto. Para Levi-Strauss ésta opera como ordenador del mundo, es lo que le permite a la condición humana el pasaje de la naturaleza a la cultura y su inserción dentro del entramado simbólico.
Dicha prohibición (al señalar a algunas mujeres como no disponibles para la alianza matrimonial y por otro lado imponer otras) garantiza la circulación de mujeres entre los distintos grupos sociales y posibilita la función simbólica ya que no sólo son mujeres lo que se intercambia en la alianza.
El incesto amenaza contra la cultura toda, no por “consecuencias nocivas de las uniones consanguíneas” sino porque la circulación y el intercambio (de mujeres, bienes, símbolos, etc.) genera el vínculo social, el cual se consolida en el acto mismo de intercambiar. La acumulación rompe con estos lazos y atenta contra la sociedad misma.
La idea de que la cultura está signada por la circulación es tomada del concepto de “acto social total” de Marcel Mauss, (perteneciente a la segunda corriente de pensamiento de las antes nombradas), quien fuera profesor de Levi-Strauss.
Donde el autor supone que en el intercambio humano se pone en juego todo el andamiaje cultural, en ese doble juego de dar y recibir de la condición humana, es que adquiere su particularidad. La cultura se expresa en cada acto humano. Para asegurar la continuidad de este intercambio y su supervivencia en el tiempo, las distintas culturas se las han ingeniado para establecer las más variadas reglas de exogamia.
Levi-Strauss “...(la exogamia es) la finalidad que tiende a asegurar, por medio de la prohibición del matrimonio en los grados prohibidos, la circulación total y continua de esos bienes por excelencia del grupo: sus mujeres y sus hijas (...) La exogamia es el único medio que permite mantener al grupo como grupo (...) afirma la existencia social de los otros y sólo prohibe el matrimonio endógamo para introducir y prescribir el matrimonio con otro grupo que no sea la familia biológica (...) el matrimonio exógamo resulta un beneficio social”.
La prohibición del incesto, como ley universal, y la regla de la exogamia, en un nivel más particular e histórico, ambas anclan en el sujeto a nivel inconsciente, determinando un orden lógico y subyacente. Dicho orden escapa a la historia, es estructural.

MITO
La palabra “mito” tenía una connotación peyorativa en el discurso hegemónico que regía el siglo XIX, donde las ciencias para ser consideradas como tales debían cumplir con el requisito de la objetividad, tratando de ser lo más apegadas a “la realidad” posible y desechando todo aquello relacionado con la magia, la fantasía y lo mitológico.
Tales corrientes como el positivismo, el empirismo y el evolucionismo, junto con sus ideales de observación, repetición, previsión, orden y progreso, eran los que regían la producción de conocimiento a fines del siglo XIX, cuando surgen tanto la Psicología como la Antropología como ciencias independientes.
Levi-Strauss las homologa porque ambas, en ámbitos muy distintos por cierto, vienen a cambiar un orden establecido para ciertos fenómenos que atentaban con poner en tela de juicio el orden social, moral e intelectual de la época. Es así que Freud en sus estudios sobre la histeria señala la delgada línea que separa a los llamados enfermos mentales de los supuestos individuos “normales” y más adelante, ya abocado al estudio del Complejo de Edipo, dirá que la neurosis es estructural en todo individuo, ya que el sepultamiento de dicho complejo no puede sino dejar secuelas, que serán tramitadas con mayor o menor eficacia según múltiples variables, pero que la represión (primaria) es constitutiva del sujeto y se da en todos sin excepción. Dependerá, del aparato psíquico en particular y del medio social en general, de cada individuo, que la tramitación de estas pulsiones resulte beneficiosa para éste o devenga en enfermedad.
La antropología, por su parte, surge al servicio del imperialismo del siglo XIX con la necesidad de los países colonizadores, de poder ubicar dentro de su universo simbólico a los pueblos que encontraban a su paso para poder ejercer una mayor dominación sobre aquellos. Es recién en el siglo XX, con la independencia de las colonias del mundo europeo, que la antropología se hace vocera del derecho a la diferencia cultural, poniendo de relieve que ya sea impulsada por el ideal de evangelización de la conquista de América del siglo XVI, como por la necesidad de ampliar los mercados del siglo XIX (para lo cual llevar la civilización y su atributo primordial, la Razón, eran de primera necesidad) la imposición de la cultura europea conlleva la negación de las culturas individuales que se invisibilizan a su paso.
Así como desde la medicina, y más específicamente desde la psiquiatría, se intentaba aislar al “enfermo” del “sano” y delimitar bien el lugar del “loco”; desde la etnología el tema central era diferenciar al “salvaje” del “hombre civilizado”.
La hipótesis totémica ofrece un claro ejemplo de esto, donde se emparejaba el totemismo con rituales de sacrificio o la mera denominación de clanes mediante nombres de animales o plantas, para terminar por afirmar el profundo lazo que unía al hombre “primitivo” con la naturaleza y la barbarie y daba justificativo para considerarlo como excluido de la cultura. Bajo el término de totemismo se llegó a reunir hechos tan heterogéneos y diversos como prácticas tildadas de fetichistas. Hechos y prácticas de semejanzas superficiales y que en muchos casos rara vez se daban juntos.
Esta denominación, por cierto nada casual, podría resumirse en las palabras de Mc Lennan: “El totemismo es el fetichismo más la exogamia y la filiación matrilineal”; esta fórmula, marcadamente reduccionista, refleja como ninguna lo dicho anteriormente.
Estos hechos, decíamos antes, no son azarosos sino que responden a las características del tan mentado “mito de occidente”, el cual parte la historia en dos, considerando a la Grecia Clásica como cuna del pensamiento moderno y designando a todo lo anterior a ésta como prehistoria. Su visión propia del mundo genera categorías que otorgan consistencia y significado a todo lo que encuentra a su paso, silenciando aquella especificidad que diferencia a una cultural de otra, a una comunidad de otra. Reduce todo a su estructura dicotómica o como diría Deleuze, a la “maldita máquina binaria”. Como en el medioevo pudo hacerlo el sistema de valorización imperante: la Cristiandad; paralelismo que sin embargo el mito de occidente insiste en olvidar.
Para concluir puede citarse la propia definición que hace Levi-Strauss del totemismo que refuerza lo dicho en párrafos anteriores: “...el totemismo es una unidad artificial, que existe solamente en el pensamiento del etnólogo y a la cual nada específico corresponde fuera del mismo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario