lunes, 5 de mayo de 2008

Soledad en la vejez

“¿Hasta que grado de bondad y de humor hay que llegar para soportar el horror de la vejez? El jardín allí fuera y las flores en la habitación son bellas, pero la primavera es, como decimos en Viena, “una farsa”. Finalmente he llegado a saber lo que es tener frio.”
Sigmund Freud.

Introducción

Salimos a caminar por Buenos Aires y antes de cruzar la esquina nos detenemos, sólo escuchamos y como en un desfiladero conocido resuenan: cifras, conveniencias, utilidades, oficinas, dinero, urgencias, costos, beneficios, probabilidades. La gente habla, no para de hablar. Hay mas información que vida. Y un poco, mas allá, un viejo mira y no entiende.....y no lo entienden.
Hoy sabemos que ningún sabio, por memorioso atesora tanta memoria como una computadora. Vivimos en la era de la cibernética, rodeados de maquinas que cuando se hacen viejas, se las retira de circulación o simplemente se las envía a los depósitos de chatarra para ser destruidas.
La modernidad rinde culto a la juventud. Y nuestra querida Capital Federal se dedica a “producir” jóvenes hedonistas y superficiales que no encuentran limite para sus caprichos y a albergar viejos cada vez más numerosos, resabios de un pasado que ya no importa a nadie que son fatalmente condenados a un presente banal que solo sirve para alimentar la poderosa industria de cosméticos, las redes del turismo de masas y el sistema de las pensiones y seguros que gestiona el ahorro de los trabajadores.
Llegar a viejo no sólo implica la amenaza de sufrimientos físicos terribles sino que además viene acompañada de innumerables flagelos, ¿soledad tal vez?.
Generalmente asociamos la soledad a la vejez y la juventud con múltiples relaciones y compañías, pero esto no es totalmente exacto.
La vorágine porteña (que no excede a la que se vive en las demás urbes mundiales) mirando hacia otro lado, va llevando a nuestros viejos a formar parte de una clase despersonalizada. Sí, la despersonalización es la marca que la sociedad actual le imprime a los abuelos, la condena por no poder integrarse a eso que llamamos “sistema”. No es lo mismo soledad que aislamiento social y nuestros abuelos se encuentran segregados de la sociedad (quien hasta no hace mucho tiempo se sirvió de ellos) en el momento en que más necesitan de nosotros. Y cabe señalar que será aquí donde resida el acento a lo largo de nuestra investigación .
Y bien, finalmente: ¿Por qué para abordar este tema nos situamos en Bs. As.?. Sabido es que la vejez no tiene el mismo significado en una sociedad industrial urbana que en una tradicional rural. La actitud social es, pues, diferente ya que los ancianos de estos dos sectores poseen diferentes formas de organización de trabajo y productividad, rol social, status, etc., es por ello que nuestro trabajo se circunscribirá al ámbito de la Capital Federal.

Desarrollo

Una cultura que endiosa la juventud, el dinamismo, el cambio, la velocidad ha hecho que los viejos tengan un lugar no muy apreciable en muchos de los campos sociales. Nuestra cultura reniega especialmente de sus mayores, a los cuales considera “inútiles”, en el sentido productivita y exitista de la economía de mercado. Esta forma de etiquetar a los viejos no es mas que una manera de marginarlos, es violenta la indiferencia con la que actúa la sociedad respecto a esto y es como una profecía que se autocumple ,que los abuelos etiquetados de inútiles, finalmente así se sentirán.
Es lógico pensar que la dependencia de las personas mayores se debe a un declive físico mas o menos esperado debido a su avanzada edad. Es cierto que el declive físico aumenta con la edad y por lo tanto la cantidad de ayuda que se requiere también aumenta. Estas circunstancias físicas junto al padecimiento de enfermedades son una parte sustancial de la incapacidad que muestran las personas mayores, pero otra parte de esta debe atribuirse a factores contextuales es decir factores psicológicos y socio ambientales responsables de que algunas personas actúen por debajo de su capacidad real. Estos factores contextuales se refieren fundamentalmente al entorno físico en el que viven las familias y en las actitudes y conductas de las personas cercana a la persona mayor que pueden favorecer bien su autonomía, bien su dependencia. Por ejemplo cuando los cuidadores tienen la expectativa de que sus familiares de edad avanzada no son capaces de realizar alguna actividad o de mejorar en algo es posible que acaben prestando a su familiar mas ayuda de la que realmente necesitan. De esta forma se priva a la persona mayor de realizar comportamientos o actividades para las cuales esta capacitado, no contar con oportunidades llevara a que progresivamente se vayan perdiendo por falta de practica. Finalmente las expectativas iniciales de los cuidadores acerca de sus familiares no capaces de realizar alguna actividad acaban cumpliéndose (la profecía que se auto cumple). Seria bueno tener en cuenta que cuidar significa ayudar únicamente lo necesario.
Como dice William Blake la vejez debe ser una manera digna de llegar al palacio de la sabiduría por el camino de la experiencia. Sin embargo la dramática vigencia de los factores sociales alejan al anciano de esta poética definición y lo enfrentan con la culpa, la incertidumbre y la “vergüenza social” provocada por el sentimiento de abandono, la sensación de vacio, la desesperación ante el desmoronamiento orgánico y la auto percepción de ser una persona inútil, sintiendo a veces que sólo se redime con al muerte.

Si tomamos en cuenta las variaciones a las que nos hemos referido como las físicas y la dependencia y a estas le agregamos el cese del trabajo productivo, la muerte de los amigos y perdida de contacto con sus seres queridos no es difícil imaginar el sentimiento de vacio y soledad que sufre un ser humano a medida que envejece. En la llamada tercera edad las personas tienden a retirarse del mundo exterior y volverse hacia sí misma, es por esto que el papel de la familia es fundamental en este periodo de la vida ya que el apoyo emocional y las relaciones familiares significativas son esenciales y casi únicos medios de intercambio social para el anciano. Como muy bien nos comunica David Otero (68) en su testimonio, la gente mira con indiferencia o con desprecio a los viejos, y son estas acciones sociales o estímulos los que provocan en los ancianos una reacción de retraimiento, separación con el mundo exterior que los maltrata, pero a la vez, ante esta respuesta la sociedad ha creado las casas de cuidados o geriátricos a los cuales los ancianos son llevados por sus familiares con el fin de que puedan mantener una vida social activa y recibir los cuidados necesarios. Pero muchos de estos lugares son lastimosos depósitos humanos donde quedaran olvidados de sus familiares y no verán satisfechas sus necesidades esenciales.
Por lo tanto y frente a esto en el anciano no surge nada más triste que el sentimiento de tristeza, la cual lleva al abuelo a sentirse peor y a no tener ganas de realizar actividades. Esto último, a su vez, aumenta la tristeza y así sucesivamente de tal modo que la situación progresivamente va empeorando produciéndose un espiral de inactividad-tristeza de la que no es fácil salir. Pero esto no es todo ya que si una persona que necesita cuidados además tiene sentimientos de tristeza probablemente tendrá mas necesidad de ayuda por parte de los demás y es esta ayuda la que en al mayoría de los casos es exagerada. Y es así como nuevamente nos vemos frente al sentimiento de inutilidad que, como pesadas mochilas, cargan inadecuadamente los viejos.
En fin, esta serie de acciones y reacciones que se dan mutuamente va construyendo un contexto social donde los ancianos muchas veces son rechazados e ignorados, lo que los lleva a la auto discriminación. Pero esto no tendría que ser así, Matilde Castro en su testimonio, dice con firmeza: “la gente mayor no debería guardarse en su casa frente a la pantalla de la televisión” y es por eso que ella eligió acertadamente evitar los juicios de la sociedad y juntarse con otro jubilados, ya que sin actividad social, contacto con otras personas, intercambio cultural, uno “muere de angustia”.

Siguiendo el texto de Paul Watzlawick, definimos que la realidad es una construcción social, lo que percibimos de ella son visiones o concepciones subjetivas. Podemos diferenciar además, dentro del tema que nos ocupa, las dos realidades mencionadas por el autor. Como realidad de primer orden se destaca aquellos aspectos de la vejez en los que hallamos el consenso de la percepción y los que se apoyan en pruebas experimentales, verificables. En esta realidad encuadrarían los deterioros físicos sufridos por el anciano, ya sean las distintas enfermedades o pérdidas en la motilidad inevitable con el avance de la edad: disminución de la visión por ejemplo. Otro aspecto que se puede considerar dentro de la realidad de primer orden es el hecho de cada vez, a más temprana edad los ancianos son desplazados del mercado laboral.
Precisamente en relación a esas pérdidas sociales se sostiene la concepción de “viejo” que nos ocupa. Es decir, no a partir de una edad determinada sino en función de la exclusión social, de la que son víctimas. De allí se desprende la realidad de segundo orden, cuyas reglas son subjetivas y arbitrarias. Aquí podemos encuadrar las distintas concepciones que se tiene de la vejez. Como se menciona en el artículo periodístico que recortamos como nuestro caso para analizar, tradicionalmente los ancianos tenían la función de resguardar la memoria social y transmitir conocimientos. Por el contrario actualmente y no porque ya no puedan cumplir con dicha función, la sociedad los considera inútiles para llevar acabo cualquier actividad que responda a los fines productivos y cada vez más exigentes del mercado.

La velocidad con que el mundo y nuestra cultura avanzan no implican para los integrantes de esta un progreso igualitario. La mayoría de las veces los que supuestamente debería ser progreso para los viejos es pregreso. Los ancianos sufren la sensación de estar alienados de la sociedad, se sienten juzgados erróneamente, mal interpretados, expuestos al aislamiento de la condena y el rechazo público.
Esta forma (degradante) de percibir a los viejos debería estar latente en la conciencia de todos los miembros de la sociedad y suscitar en ellos, no un sentimiento de lastima o pena, sino de solidaridad, comprensión, amor y a partir de esto tomar una actitud favorable, es decir, predisponerse a actuar para que tan solo “aportando un granito de arena” podamos entre todos mejorar la situación de nuestros sabios, generando un contexto positivo en el que ellos se sientan y sean realmente parte esencial de nuestra sociedad.
Sería bueno empezar desde la base de la sociedad, es decir que el grupo de pares de los viejos adquiera nuevas actitudes o modifique las ya existentes para crear en los abuelos un sentimiento de plenitud hacia ellos mismos y el resto de la sociedad.

En nuestra vida cotidiana interactuamos con diferentes personas todo el tiempo, desde que nos levantamos hasta el momento de ir a dormirnos. Podemos hacerlo vía " cara a cara ", o bien, gracias a la tecnología de avanzada que se impone hoy en día, por otros medios en las que la imagen del otro ya no se hace presente al momento de la comunicación.
Según los autores Berger y Luckman, la vida cotidiana se presenta objetivada, es decir constituida por objetos que han sido designados como tales antes de que cada uno apareciese en escena, pero esto también ocurre con los valores que se dan dentro de una sociedad. En Lenguaje brinda significado a la realidad que se organiza en el "aquí” de mi cuerpo y en el "ahora" de mi presente.Articulando los conceptos de estos autores, con el tema que nos interesa evaluar llegamos a ciertas conclusiones que ahora desarrollaremos.
La problemática de la gente mayor surge dado a que los códigos que ellos manejan son desactualizados, es decir son muy distintos a los que se manejan en esta realidad que parece golpearlos. Los adultos hoy por hoy deben asimilar aspectos que antes no existían, por ejemplo el hecho de ser considerado un "viejo inservible" a partir de cierta edad, muy temprana, teniendo en cuenta que todavía poseen facultades para ejercer labores, tanto mentales como físicas. Estas tipificaciones hacen posible la marginación de los ancianos, debido a que se sienten por fuera de la sociedad, como no siendo parte de ella. Cuanto menor es el contacto con ellos, con su "aquí” de su cuerpo y el "ahora" de su presente, y los nuestros, se nos hace más difícil darnos cuenta que sólo se trata de una tipificación establecida, y ésta cada vez se torna más anónima, más generalizante, por ende terminamos considerando que toda persona que sobrepasa esa línea de edad, no muy alejada de nuestra realidad, como inútiles. También, por no estar en permanente contacto con ellos, nos resulta difícil compadecernos de los mismos ya que no podemos dar cuenta de la subjetividad del otro, debido a la falta de una interacción "cara a cara ".
No nos preocupamos por corroborar las objetivaciones que nos imponen la sociedad por medio del lenguaje, sino que la aceptamos y empleamos las mismas cuadraturas con respecto a los mismos. Es decir tipificamos a la persona mayor como alguien que se debe apartar de la vida activa-productiva, sin posibilidades de inserción, por su incapacidad aparente.
A su vez, el cambio constante que se produce en los códigos del lenguaje, de generación en generación, hace que éstos no lleguen a comprender a los jóvenes y sus costumbres, su léxico, se sienten "anticuados", poco modernos.
Esto conlleva a que la zona de intimidad del lenguaje, que es lo que nos permite reconocer las coordenadas de un campo semántico, no pueda ampliarse, es decir que no sea accesible ni para los ancianos, ni para los jóvenes del mundo de hoy.
En la actualidad se da por hecho que estas personas tengan como destino, ir a parar a un geriátrico, ya que en estos tiempos tan acelerados, nadie tiene tiempo para un anciano, y por lo tanto se los despoja de su hogar, y del estar rodeados por familiares. Otra gran realidad es que debido a los problemas económicos que atraviesa la Argentina, ellos terminen en un geriátrico de mala muerte, donde se paga un arancel muy bajo, y donde el nivel de vida esta a la par del mismo. Aunque no en todos se de la misma situación. Pero esto genera en le anciano una amarga sensación de abandono, de inutilidad, de marginación.

Al anciano se le quita un rol activo en la sociedad y se le otorga otro totalmente pasivo. Se lo excluye de la división del trabajo, no se les permite la habituación a los cambios constantes por los que atraviesa el sistema, es decir que se los deja por fuera de la institucionalización.
Además, se limita la realización de su necesidad antropológica de externalizarse en actividad. Derivando a partir de allí, la dificultad de objetivar, de establecer códigos con el medio circundante, y por ende de internalizar, comprender e incorporar, la subjetividad de los otros. Esto causa que no puedan comprender parte de la realidad.

Es moneda corriente ver en la televisión, diarios o escuchar en las radios, las dificultades por las que deben atravesar los ancianos, de hecho, en los testimonios que adjuntamos a este trabajo, puede observarse que dada la crisis que atraviesa este país, sumado a todos los procesos que se realizan en la sociedad deviniendo en las tipificaciones antes mencionadas, éstos quedan en una situación muy grave. Son maltratados en bancos, hospitales, el mismismo gobierno es agresivo con ellos reduciéndoles al mínimo, por debajo de la necesidad básica, sus jubilaciones, no permitiéndoles vivir dignamente. Los medicamentos suben a la par del inalcanzable dólar, y son muy necesarios en la vida cotidiana de los mayores ya que corren otros riesgos, su salud es mucho más frágil que la de los jóvenes. La canasta familiar también sufrió altísimos incrementos en los costos, por lo tanto el pequeñismo sueldo que reciben no les alcanza para nada, proporcionándoles un marco de tristeza y angustia a sus vidas, y esto perjudica su integridad física, es decir es un círculo que parece no cerrar.
Se siente despreciados por el Gobierno, ya que no pueden vivir dignamente a causa de la indiferencia del mismo.
Los hospitales no cuentan con los insumos necesarios para satisfacer sus demandas mínimas. Las obras sociales no los respaldan, dado a que están en grave situación financiera, incrementando aún más las dificultades monetarias de los ancianos. Al no estar bien de salud tampoco pueden rebuscárselas para adquirir algún otro ingreso, ya sea saliendo a la calle a vender, realizando "changuitas" para poder subsistir, etc., aunque es terriblemente común ver ancianos pasando frío, tristes y solos, ignorados, en las calles del gran Buenos Aires, vendiendo cuanto tengan para incrementar sus ingresos.

La vejez es el punto final de una socialización secundaria. Reciben una identidad que no será cambiada, no hay vuelta atrás, será éste, el último rol que cumplan en sus vidas.

Siguiendo el texto de Paul Watzlawick, definimos que la realidad es una construcción social, lo que percibimos de ella son visiones o concepciones subjetivas. Podemos diferenciar además, dentro del tema que nos ocupa, las dos realidades mencionadas por el autor. Como realidad de primer orden se destaca aquellos aspectos de la vejez en los que hallamos el consenso de la percepción y los que se apoyan en pruebas experimentales, verificables. En esta realidad encuadrarían los deterioros físicos sufridos por el anciano, ya sean las distintas enfermedades o perdidas en la motilidad inevitable con el avance de la edad: disminución de la vision npor ejemplo. Otro aspecto que se puede considerar dentro de la realidad de primer orden es el hecho de cada vez, a más temprana edad los ancianos son desplazados del mercado laboral.
Precisamente en relación a esas perdidas sociales se sostiene la concepción de “viejo” que nos ocupa. Es decir, no a partir de una edad determinada sino en función de la exclusión social, de la que son victimas. De allí se desprende la realidad de segundo orden, cuyas reglas son subjetivas y arbitrarias. Aquin podemos encuadrar las distintas concepciones que se tiene de la vejez. Como se menciona en el articulo periodístico que recortamos como nuestro caso para analizar, tradicionalmente los ancianos tenían la función de resguardar la memoria social y transmitir conocimientos. Por el contrario actualmente y no porque ya no puedan cumplir con dicha función, la sociedad los considera inútiles para llevar acabo cualquier actividad que responda a los fines productivos y cada vez más exigentes del mercado

La velocidad con que el mundo y nuestra cultura avanzan no implican para los integrantes de e4sta un progreso igualitario. La mayoría de las veces los que supuestamente deberían ser progreso para los viejos es pregreso. Los ancianos sufren la sensación de estar alienados de la sociedad, se sienten juzgados erróneamente, mal interpretados, expuestos alo aislamiento de la condena y el rechazo publico.
Esta forma (degradante) de percibir a los viejos debería estar latente en la conciencia de todos los miembros de la sociedad y suscitar en ellos, n o un sentimiento de lastima o pena, sino de solidaridad, comprensión, amor y a partir de esto tomar una actitud favorable, es decir, predisponerse a actuar para que tan solo “aportando un granito de arena” podamos entre todos mejorar la situación de nuestros sabios, generando un contexto positivo en el que ellos se sientan y sean realmente parte esencial de nuestra sociedad.
Seria bueno empezar desde la base de la sociedad, es decir que el grupo de pares de los viejos adquiera nuevas actitudes o modifique las ya existentes para crear en los abuelos un sentimiento de plenitud hacia ellos mismos y el resto de la sociedad.


(2002)

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